Semblanza
Este
fiel servidor de Dios, asegura que así como la Chinita
lo escogió a él, escogerá a su sucesor. Confiesa
que cada vez que va a limpiar las joyas, le pide permiso a la
Madre de Dios.
Don
Enairo Villasmil comentaba que cuando era joven, sus padres intentaron
enlazarlo con muchas actividades, sastrería, carpintería,
zapatería y ninguna lo enganchó.
De
allí, finalmente cuando le presentaron la joyería
a mediados del año 1939, se enamoró del arte de
confeccionar joyas. Seguidamente, inició cursos de piedrería
en el taller de Manuel Fuenmayor.
Al mismo tiempo, Enairo Américo Villasmil Sánchez
emprendió el camino comunitario en su parroquia.
Se
encargaba de guiar a los jóvenes que no estaban siguiendo
el mejor camino, constituyendo así un equipo de béisbol
apoyado por la Basílica, al que llamó “Amparo”,
para refugiarlos y alejarlos de las malas compañías.
En una oportunidad este servidor de la Chinita contó que
en una reunión de padres y representantes de los jóvenes,
apareció, el para entonces, Padre Roberto Lückert,
quien movido por la curiosidad le preguntó cuál
era su profesión; sin titubeos y a mucha honra Don Enairo
le respondió: soy joyero.
Es
así como cerca del año 1972, Lückert pone en
las manos de Enairo el brillo radiante de la Virgen Morena.
“Vos
sois el hombre que yo necesito. Desde mañana vais a empezar
a ir a la Basílica, pa’ que te encarguéis
de todo lo de la Virgen” le dijo el sacerdote al humilde
hombre.
En el primer encuentro del joyero con La Chinita, relató
en eses momento Villasmil, sintió que la Virgen lo había
elegido para que se encargara de limpiar, cuidar y conservar sus
reliquias.
Recordó que cuando tuvo acceso a la corona, al trono y
al cetro de la Patrona de los zulianos, los mismos presentaban
muestras del poco cuidado profesional que le habían dado.
La Corona y la base, para ese entonces, eran de bronce y según
lo que relató Don Enairo, si no se limpiaba diariamente
aparecía un color verdoso que no era agradable a la vista.
Debido
esta situación, Lückert le encomendó rehacer
la Corona en acabado de oro 18 quilates, pero en vista de que
en la ciudad no existía la tecnología para hacerla,
la mandaron a confeccionar en el exterior.
Ante
la inquietud de, quién puede sustituirlo en tan importante
y delicada labor cuando ya no pueda encargarse del mantenimiento
de las reliquias de la Patrona del Zulia, Villasmil comentó
que le hubiese encantado que fuera su hijo mayor a quien le fascinaba
el mundo de la joyería, pero lamentablemente falleció.
“Yo
creo que así como la Virgen me eligió a mí,
ella escogerá a otro servidor. Ella sabrá muy bien
a quién encomendarle la misión”, dijo con
nostalgia Don Enairo durante la entrevista, al tiempo que comentó
que le gustaría que sus nietos se encargaran, pero no dominan
el arte de la piedrería.